05 febrero 2020

¡Qué tristeza!







 




¡Qué tristeza!
Su prisión no tenía barrotes;
puertas abiertas, alas prestas
¡Y no escapaba!

 
¡Qué tristeza!
Saber que era su propia carcelera,
teniendo alas
y la libertad tan cerca.

 
¡Qué tristeza!
Pues su cárcel no era un lugar
sino el vacío de un corazón
que nunca supo como llenar.




Imagen de Klaus Hausmann en Pixabay



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