¡Qué tristeza!
Su prisión no tenía barrotes;
puertas abiertas, alas prestas
¡Y no escapaba!
Su prisión no tenía barrotes;
puertas abiertas, alas prestas
¡Y no escapaba!
¡Qué tristeza!
Saber que era su propia carcelera,
teniendo alas
y la libertad tan cerca.
Saber que era su propia carcelera,
teniendo alas
y la libertad tan cerca.
¡Qué tristeza!
Pues su cárcel no era un lugar
sino el vacío de un corazón
que nunca supo como llenar.
Pues su cárcel no era un lugar
sino el vacío de un corazón
que nunca supo como llenar.
Imagen de Klaus Hausmann en Pixabay
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