Posó su mano en su
rostro. No, no era una caricia. Tras una patada jamás viene una
caricia. Leo, su pequeño, se encerró en la habitación con su
hermana. Descolgó el teléfono y solo pudo exclamar: ¡Ayuda! El
terror le hacía abrazarse a su hermana de apenas siete meses sin
parar de llorar. Los golpes, los gritos, el llanto… nada paró
hasta que ella cerró los ojos y vio pasar por delante toda su vida.
Los juegos de niña, la felicidad inocente, el amor adolescente, la
juventud con el móvil secuestrado. Su boda a los 27, el primer
insulto… la palabra puta en su frente tras sonreír al camarero del
hotel durante la luna de miel. Momento de furia, simplemente. Leo
viene en camino su niño, empujón y patada en el vientre pero…
todo cambiará al nacer el niño. Nacimiento, bautizo, amigas
cargadas con cientos de globos, maquillaje a raudales para ocultar
cada enojo. Alejamiento. “Te rodean malas influencias, tenme la
comida en la mesa”. Insulto, golpe, indiferencia, dolor…., “la
familia en su casa, nosotros en la nuestra”. Viene la niña, Laura
será la solución. Los golpes son más fuertes. Se superan los
límites, ya no hay aguante, intento de huida . Es descubierta,
golpeada al lado de las maletas. Su cuerpo queda inerte en el suelo
mientras oye el llanto de su bebé: “lo siento Leo, lo siento
Laura, leed las cartas, mamá os quiere”. Sirenas, se cierran los
ojos, todo se queda a oscuras, nada se puede. Diez años perdidos,
dos niños inocentes que crecen con una abuela destrozada. Cárcel,
reinserción aparente.
Treinta años…
buena conducta, reducción a veinte. En libertad acude a un viejo bar
donde la conoció. Desde una esquina observa a una muchacha más
joven que él. Una mirada, unos tragos, varios días de conversación…
nueva pareja, la misma casa. Solo rumores piensa ella, solo eso. Los
vecinos la observan pero no dicen nada, todos guardan silencio, como
antes, cuando se oían golpes, cuando se oían gritos, cuando se
sabía pero se callaba. Leo está cerca. Sus pasos se cruzan con
aquella muchacha de apenas 27. “Mi madre murió a su lado,
¡cuidado!” Palabras para pensar. Indaga, descubre mas… no puede
ser, todos cambiamos. Pasa un año. Furia, primer golpe y portazo.
Esta vez no habrá un segundo… se va entre el silencio cómplice de
quienes todo saben y todo callan. Leo la ve marchar, la mira
fijamente y sin decir nada le da un abrazo.
Leo leyó todas las
cartas de su madre, se hizo abogado. Hoy fue al cementerio con flores
en las manos. Ante la lápida, con la voz quebrada habló con su
madre:
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