18 octubre 2017

Pedro García Cabrera






A veces intentamos penetrar en la mar,
desnudar ante ella el pensamiento
y bucear su intimidad más honda;
conocer sus afectos,
estrecharle la mano a sus distancias,
saber si canta y llora, ríe y sueña,
si distingue una ola de otra ola,
si su amargor es lágrima,
si es posible
besar sus fondos y abrazar su pecho,
ser la persona de sus confidencias.
Pero sólo podemos quedarnos con su imagen
limitados a oírle las orillas
y verle al horizonte su silencio.

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